A lo largo de nuestra historia se ha demostrado que el hecho de poder expresar en números lo que se cuenta siempre refuerza el conocimiento de lo que se está hablando.

Por eso, las frases de científicos del siglo XIX como Lord Kelvin y Peter Druke, señalando que “lo que se puede medir, se puede mejorar” o que “lo que no se puede medir, no se puede mejorar” están más vigentes que nunca. Porque conforme obtenemos más datos sobre algo, vemos nuevos enfoques que nos dan otro tipo de resultados.

Por ejemplo, así se demostró en los supermercados de Estados Unidos, donde comenzaron a vender porciones de pasteles en lugar de tartas enteras y descubrieron que el pastel de manzana, que se suponía era el postre preferido de los norteamericanos por ser el número uno en ventas, había dejado de serlo, cayendo a la quinta posición. Esto se debía a que el ‘apple pie’ era el postre de consenso que más se elegía cuando había que comprar algo para todos, pero no el que más gustaba.

Los datos abiertos, aquellos que todos generamos y que cualquiera es libre de utilizar y reutilizar según lo que se quiera medir, siempre y cuando se reconozca su fuente, se están convirtiendo en una industria en sí mismos.

Según el estudio de la Unión Europea “The economic impact of open data”, se calcula que en 2025 el uso de los datos abiertos generará más de 330 mil millones de euros y casi 2 millones de empleos a nivel mundial. Y España es uno de los países que está marcando tendencia en su publicación y uso dentro de la Unión Europea.

En nuestro país ya existen diversas plataformas que sirven de repositorio de las bases de datos y los clasifican por temáticas para ofrecer información de utilidad a los diferentes sectores. Es el caso del portal de datos abiertos del Ministerio de Transformación Digital y de la Función Pública.
Datos.gob publica periódicamente la información en relación con el medio ambiente, la cultura y el ocio, la educación, el transporte, la salud y el bienestar, el turismo, la justicia y la sociedad.

En el sector privado, estos datos se están incorporando a plataformas como la de Thinking City de Telefónica, que sirven de base para crear Smart Cities. Ciudades inteligentes que, gracias al análisis de datos y a otras herramientas tecnológicas, ayudan a mejorar los servicios municipales, la movilidad, la sostenibilidad y a tener un turismo de calidad.

Los datos abiertos, los datos de servicios municipales y datos privados, se muestran en la plataforma en cuadros de mando y se analizan con Inteligencia Artificial, lo que facilita el día a día de las urbes, a través de soluciones como el control de aforos; las playas inteligentes; la gestión de edificios del ruido y del riego; el control de la calidad del aire; un mejor consumo del agua y de conservación del patrimonio; la gestión del tráfico, y la señalización inteligente, entre otros.

Además, el intercambio seguro de datos anonimizados a través de acuerdos de compartición de información con otras entidades de las localidades y municipios, como las corporaciones, empresas privadas, instituciones académicas o los propios ciudadanos, hacen más eficiente la operativa de las ciudades.

Todo esto contribuye a una mejor autogestión de las ciudades y a resolver más ágilmente problemas públicos, estableciendo marcos legales de regularización que generan una mayor confianza en el sistema a los habitantes.
Actualmente, más de 20 millones de españoles viven en municipios donde está implantada la plataforma Thinking City de Telefónica.

Carlos Pardo de Santayana, responsable Operaciones de Smart Cities de Telefónica España