Una «política» establecida en el cine desde los años 60 que llega hasta nuestros días en los largometrajes y en las series es la utilización del prefijo 555 en los números de teléfono que se «cantan» en una escena, con el que un personaje responde, el que se muestra en las vallas o en los anuncios de televisión, en el anverso o reverso de una fotografía o de un papel. Todas estas secuencias las hemos visto en películas o series de televisión y los números siempre empiezan por 555. Evidentemente, no es una casualidad, sino, responde a un patrón que ha asumido toda la industria audiovisual estadounidense. El objetivo: evitar que un público ingenuo llame a los números de las películas preguntando por el actor que teóricamente tiene ese número.

En pleno siglo XXI, si uno quiere averiguar el número de teléfono de las estrellas de Hollywood, dispone de mejores medios que aguardar a que lo digan en la gran pantalla. Los datos de millones de usuarios están desparramados por internet, de forma que cabría preguntarse si aún se puede proteger algo a través de la gracieta del 555. Dicho de otra forma, si los malos han revelado los secretos de millones de ciudadanos, ¿para qué forzar al resto a fingir que aún son secretos? La respuesta es sencilla: para que exista una norma jurídica, es necesario que la población crea que esa directiva de comportamiento es obligatoria, como decía el filósofo del derecho Alf Ross.

En estas últimas semanas se han publicado más de 11 millones de registros españoles correspondientes a una brecha en Facebook y los datos personales de más de un millón de clientes de Phone House y sin caer en una posición que criticamos (¡Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!) estas dos últimas filtraciones de datos de carácter personal de forma conjunta incluyen direcciones de email, nombres , apellidos, dirección postal, teléfono, email, DNI (o equivalente), fecha de nacimiento, genero, producto/servicios, cuenta bancaria, posición, lugar de trabajo o estado civil, entre otra información.
Si tenemos en cuenta que mucha de esta información tiene un ciclo de vida elevada y si pensamos en el conjunto de filtraciones que se han dado en los últimos años, podríamos llegar a hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué sentido tiene proteger nuestros datos de carácter personal, cuando en el fondo estos ya son conocidos?

La pregunta es una falacia puesto que precisamente la legislación se hace para quien tiene la voluntad de cumplirla. Pero la legislación en esta materia no es igual en todos los países. La ponderación entre el derecho del ciudadano a preservar el control sobre sus datos personales y la aplicación de las nuevas tecnologías de la Información es el contexto en el que el Legislador Europeo consagra el derecho fundamental a la protección de datos de carácter personal. Este derecho reconoce al ciudadano la facultad de controlar sus datos personales y la capacidad para disponer y decidir sobre los mismos.

Pongamos como ejemplos contrapuestos la PROPUESTA DE ESTABLECIMIENTO DE REGLAS ARMONIZADAS SOBRE INTELIGENCIA ARTIFICIAL que acaba de publicar la Comisión Europea (LEY DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL) y la reciente entrada en vigor en México del Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil, el cual exige el registro de datos tan personales como tus huellas dactilares, las facciones de tu rostro o el iris de tus ojos.

Al leer esta noticia sobre México nos viene a la memoria que ya en el 2019 entró en vigor una ley similar en China que obliga a las empresas de telecomunicaciones que operan en ese país a registrar los parámetros biométricos faciales del usuario de cualquier teléfono móvil nuevo e incluso a conservar las fotografías cuando se cambia de móvil. Este ejemplo de Control masivo no es una excepción en China, pues debemos recordar el uso de la inteligencia artificial que el gobierno de ese país hace con los sistemas de cámaras o con los sistemas de puntuación social (que determinan la reputación de una persona según factores que incluyen la actividad en las redes sociales).

Vivimos en Europa y aun con sus defectos, tenemos la suerte de disfrutar lo que la EU define como el estilo de vida Europeo; la cual, junto a otros beneficios nos garantiza a todos los ciudadanos un exigente marco regulatorio para la protección de nuestros datos de carácter personal y como decíamos al principio de este articulo esto es así porque la población (nosotros) cree que esa directiva de comportamiento es obligatoria.

Francisco Lázaro, CISO Renfe, Presidente del Grupo de Seguridad de Autelsi