El metaverso, sinónimo de mundo virtual, que no es real, es una palabra que se ha puesto de moda en el último año gracias al lanzamiento que hizo Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, a su propio proyecto de metaverso. Además, recordemos, cambio el nombre de su compañía Facebook por el de “Meta”: Toda una propuesta de intenciones. Es interesante reflexionar por qué una compañía como Facebook, con un volumen actual de negocios de más de 90 millones de dólares, ha apostado por reproducir su negocio hacia este nuevo escenario virtual.

Según lo veo yo, por un lado, el metaverso se trata de una tecnología (o conjunto de ellas) todavía por definir. Por otra, desde una perspectiva de experiencias, desde los videojuegos a la realidad virtual, se nos lleva ahora a vivir una realidad alternativa en la cual se pueden trasladar las actividades de la vida cotidiana pero sin los límites (ni reglas) del mundo físico.

Nuestro “avatar” vivirá una realidad alternativa que afectará necesariamente a nuestra realidad jurídica. Se podrá comprar, vender, amar, odiar, ¿matar? es decir establecer relaciones virtuales, personales, laborales, profesionales y de negocios, realizar acciones con efectos ¿jurídicos?. Y lo que allí ocurra afectará a nuestros activos intangibles y a nuestra economía virtual y también afectará a nuestras emociones, a nuestra psique, a nuestros sentimientos y, porque no, a nuestros activos tangibles.

Pagaremos con dinero electrónico y podremos delinquir libremente, injuriar, calumniar, revelar secretos, vulnerar derechos de terceros, plagiar, entre otras mil veleidades punitivas identificadas en nuestro código penal, incluso ganar imagen personal o perder la reputación,.

Surgirán oportunidades de negocio e inversión. !!“Será la leche”!! (Dirá Mark Zuckerberg)

Y me pregunto ¿Qué normas regirán nuestros actos en el metaverso? ¿Qué leyes? ¿De qué país? ¿Qué jurisdicción entenderá nuestra demandas en defensa de nuestros intereses? ¿Qué policía o grupo de investigación llevarán a cabo las pesquisas? ¿Qué testigos y que pruebas aportaremos? ¿El daño y perjuicio será personal, físico o virtual? ¿Moriremos y desaparecerá nuestra identidad y la capacidad de obrar de nuestro avatar también? ¿Podrá morir nuestro avatar y con ello nuestra identidad digital?

Son tantos los interrogantes y los retos que merece la pena vivir esta aventura, este reto, este desafío. Yo al menos, así lo siento!

Debemos considerar que, hasta la fecha, no existe un marco legal específico que regule el metaverso; ni quizás lo habrá. Más bien, pienso yo, tocará adaptar el ordenamiento jurídico existente a esta nueva realidad “virtual” tutelada por Internet y por las tecnologías de la información y a las comunicaciones.

Un ejemplo: dicen que Iberdrola ya ha realizado la primera junta de accionistas a través del metaverso y hay que recordar que nuestra legislación de sociedades (LSC) recoge en su artículo 11 bis, ter y quater la posibilidad que las sociedades de capital puedan tener una página web corporativa y las inserciones que realice la sociedad en la página web tendrán efectos jurídicos pudiendo celebrarse la junta generales a través de este medio si se cumplen ciertas condiciones técnicas. ¿No es esto lo que ha hecho Iberdrola aplicándole una capa de tecnología 3D y algo más, que aporta realidad virtual al tema?

Y, casi finalizando, no me olvido del gran impacto que el metaverso tendrá o tiene sobre la intimidad de sus usuarios y sobre la seguridad de los datos y la información tratada.

Pues bien, hasta que nos llegue nuestro turno les invito a que vayamos tokenizando y familiarizándonos con la tecnología Blockchain que es la que nos dará seguridad jurídica en cuanto a la autenticación en este mundo virtual. Y, por si las moscas, vayámonos acostumbrando a aceptar los ecosistemas abiertos y colaborativos y a pensar en cómo autorregular y asegurar los riesgos que la participación propia y de nuestras organizaciones puede acarrear entrar a jugar en el metaverso.

No sea que Zuckerberg esté en lo cierto y que el metaverso sea el futuro!

Oscar López, director General UBT Legal & compliance. Presidente del Grupo de Regulación y del Observatorio de Privacidad y Derechos Digitales de AUTELSI