Vivimos tiempos apasionantes, aunque no muchas personas sean conscientes de ello. En 2022, hemos asistido a una grandiosa prueba de concepto de un mundo en el que los sistemas de inteligencia artificial (IA) serán la nueva electricidad, que todo lo transforme hasta olvidarnos finalmente en unas pocas décadas de que los estamos usando, como pasó con aquélla. El común de las personas ha empezado a ser consciente del advenimiento de un cambio muy sustancial.

Estos sistemas están basados en grandes modelos del lenguaje (LLM) que descansan en una arquitectura de redes neuronales, los transformers, que data de 2017. Su potencia viene dada por su escala (gigantesca) y por su capacidad de aplicar el conocimiento adquirido en una tarea en otra distinta (transfer learning). La aparición de muchos sistemas generativos (que generan texto o imágenes a partir de una descripción y son capaces de hacer variaciones sobre ello) y la puesta a disposición de cualquiera, por OpenAI, de DALL-E 2 y, sobre todo, ChatGPT (basado en GPT 3.5) lo ha cambiado todo. Inevitablemente, una horda de -probablemente- millones de personas, se ha puesto a probar y documentar los límites de esta nueva generación de LLM.

Hasta 2020 no se ha dispuesto de la capacidad computacional necesaria para entrenar modelos lo suficientemente enormes como para hacer realmente cosas interesantes con una tasa de errores y calidad que empieza a ser suficiente para algunas tareas (GPT-3). Es en 2022 cuando se ha producido una eclosión de aplicaciones: escritura de textos largos, traducción de idiomas, creación de imágenes, escritura de código, etc. Todas ellas se basan en un entrenamiento final ‘fino’ del LLM general pre-entrenado o modelo fundamental, sobre un corpus de conocimiento concreto que se añade en esta fase, utilizando una combinación de aprendizaje supervisado (por humanos) y aprendizaje por refuerzo (automático, en base a castigos y recompensas). Este entrenamiento final no se limita a texto, sino que es multimodal. Esto abre un mundo de nuevas aplicaciones finales para las empresas de todos los tamaños y sectores y a la aparición de LLM verticales a partir de los modelos fundamentales, cuyo entrenamiento escapa de las posibilidades económicas y técnicas de casi todas las empresas.

Es verdad que estos LLM aún tienen fallos y hay que manejar con cuidado y supervisar sus resultados, especialmente en el mundo empresarial. Con la prevista liberación en 2023 de GPT-4 (al menos 100x más potente), muchas de las limitaciones actuales habrán sido resueltas y algunas tareas apenas requerirán supervisión humana. La calidad de las respuestas hará parecer a chatGPT-2022 como una IA “tosca”. A pesar de ello, ya empiezan a ser útiles como herramienta de amplificación y automatización de nuestras capacidades. Por ejemplo, la tira de ilustraciones que acompaña este artículo ha sido creada por DALL-E 2. Mi imagen al final del artículo fue creada con otra aplicación de IA en mi móvil.

Pero, sobre todo, ha cambiado mi proceso de escritura de este artículo. Rompí la barrera que todo escritor tiene ante “el papel en blanco” haciendo que ChatGPT generara en un momento tres textos iniciales diferentes sobre su impacto y el de otras IA en el trabajo. Esto me permitió verificar la opinión que ChatGPT tenía sobre la materia y si esta coincidía con la mía. Las respuestas obtenidas eran homogéneas y plausibles, pero finalmente he optado por seguir mi propio enfoque.

En todo caso, el uso de los LLM nos permite vislumbrar la llamada “humanidad aumentada” (X. Marcet). Por las respuestas de ChatGPT, sé que me falta por explicar qué es lo que hace revolucionario estos sistemas de IA y que no he tratado las cuestiones éticas y de privacidad que suscitarán el uso de estos LLM y de mi cosecha añado tres más: el control del proceso de entrenamiento de estos LLM, sus posibles modelos de negocio y la preocupación porque estos LLM quedan fuera del ámbito de aplicación del reglamento de IA de la UE. Si esto no es la nueva electricidad aún, se le empieza a parecer mucho.

Pero, claro está, la prueba de ello deberá ser materia de otros artículos.

Santiago Ferrís Gil, jefe del Servicio de Telecomunicaciones de la Generalitat Valenciana y miembro del Grupo de Telecomunicaciones de AUTELSI.