En la última década el cloud ha redefinido la manera en que las compañías gestionan sus sistemas tecnológicos. Organizaciones de todo tipo se han apoyado en la nube para conseguir la agilidad, la flexibilidad y la escalabilidad que necesitan para adaptarse a un entorno empresarial dinámico y rápidamente cambiante, sobre todo durante este último año, donde la incertidumbre era constante y el modelo de trabajo híbrido cobraba cada vez más peso en las empresas de todo el mundo.

Hasta la fecha desde Telefónica Tech hemos detectado que muchas de estas organizaciones han migrado a entornos cloud las cargas de trabajo y tareas que ya ejecutaban y alojaban en su propia infraestructura. Es decir, un proceso que replica el estado de sus servicios alojados previamente en sus centros de datos a un entorno de nube. Sin embargo, este mecanismo no permite aprovechar muchas de las ventajas de la nube y a la larga puede resultar mucho menos eficiente (y económicamente peor) que llevar a cabo un desarrollo nativo de aplicaciones en la cloud.

¿Qué es una Cloud Native?

La ‘cloud native’ o las arquitecturas nativas en la nube son sistemas construidos específicamente para existir y ejecutarse en la nube. Su principal ventaja es su flexibilidad, ya que los sistemas migrados se basan en hardware y software que no se integran totalmente con los sistemas e innovaciones cloud, mientras que las arquitecturas nativas de la nube no presentan esta limitación. Según la Cloud Native Computing Foundation, “las tecnologías Cloud Native empoderan a las organizaciones para construir y ejecutar aplicaciones escalables en ambientes dinámicos modernos, como lo son hoy las nubes públicas, privadas o híbridas. Algunos temas como contenedores, service mesh, microservicios, infraestructura inmutable y APIs declarativas son ejemplos de este enfoque”.

Al contrario que las arquitecturas tradicionales en que las aplicaciones son construidas como un todo (aplicaciones monolíticas), las arquitecturas cloud native se basan en un enfoque radicalmente distinto: los microservicios, que esencialmente son pequeñas aplicaciones autónomas con lógica de aplicación propia, creados para ejecutar una única función con visión de negocio. Por ejemplo, si nuestra aplicación fuera una tienda online podríamos dividirla en catálogo, pago, gestión de usuarios, anuncios, promociones, siendo cada uno de ellos un microservicio. De esta forma, cada funcionalidad se vuelve más fácil de crear y mantener, lo que permite implementar, reconstruir, volver a implementar y administrar cada microservicio de forma independiente.

Estos microservicios se agrupan tradicionalmente en contenedores, otra de las tecnologías cloud clave en los entornos nativos. Los contenedores son paquetes lógicos de software que incluyen todas las dependencias que una aplicación necesita para funcionar. Es decir, cada contenedor está compuesto por una pequeña parte de software que permite la ejecución de los microservicios de forma ágil y aislada. Esto favorece la modularidad de la aplicación y la agilidad a la hora de hacer cambios, mejoras o soluciones de errores en la aplicación.

Las arquitecturas nativas plantean, además, nuevas formas de trabajar y, en general, de abordar la nube. En el marco de estos entornos nativos cloud surgen conceptos como DevOps, una nueva metodología de trabajo que aúna desarrollo y operaciones para crear equipos más colaborativos y ágiles. DevOps surge con el objetivo de poder dar respuesta en tiempo real a las necesidades y requerimientos de negocio y, en este sentido, la nube juega un papel crucial al proveer una plataforma centralizada para la producción, despliegue y prueba de desarrollos en un único lugar. La metodología DevOps en combinación con la nube genera una sinergia que aporta grandes beneficios, fomentando la agilidad e impulsando la innovación.

Beneficios de la ‘cloud native’

Una de las principales ventajas de las arquitecturas cloud native es la agilidad en el proceso de creación y desarrollo de aplicaciones y servicios, así como su posterior escalabilidad, ya que hace posible crecer o decrecer en función de la carga que tenga cada microservicio. El uso de estas arquitecturas se traduce en una reducción en los plazos de producción y aceleración de los ciclos de desarrollo. En este caso, los desarrolladores de cada microservicio solo tienen que preocuparse por el microservicio en el que están trabajando y no por la integración con el resto, permitiéndoles centrarse en testar su funcionalidad antes de subirlo a producción.

En general, esta agilidad favorece la experimentación, ya que facilita el testeo e implementación de mejoras y nuevas capacidades sin afectar el rendimiento de la aplicación. Los equipos de desarrollo se organizan en torno a sus capacidades de negocio y no a las tecnologías, lo que hace posible que los microservicios se puedan adaptar para ser usados en múltiples contextos y diferentes propósitos. En definitiva, el mismo microservicio se puede reutilizar en más de un proceso de negocio según se pueda necesitar y cada miembro del equipo es responsable de un servicio particular que da como resultado la construcción de un equipo multifuncional.

La existencia de contenedores también aporta beneficios al cliente, ya que les facilita mover las cargas de trabajo entre múltiples proveedores cloud y diferentes ubicaciones cloud, entre las que estará el edge computing.

En general, cloud native favorece la utilización de nuevas herramientas y servicios cloud en beneficio del desarrollo. Los proveedores cloud operan a enormes economías de escala y ofrecen a sus clientes acceso a la infraestructura y herramientas más avanzadas de una manera asequible. Además, como estos proveedores cuentan con altísimos niveles de innovación, cualquier desarrollador puede acceder a herramientas avanzadas y eficientes. Todo esto mejora considerablemente la innovación por parte de los desarrolladores y favorece el diseño y desarrollo de mejores productos y más centrados en el usuario final.

Por último, cloud native es también un impulsor de desarrollos más robustos y resilientes. La redundancia es un principio fundamental del diseño nativo de la nube y permite que el software permanezca operativo incluso cuando fallan los sistemas críticos o la infraestructura. Las redundancias de software integradas permiten que haya varios microservicios que pueden asumir funciones si un servicio falla. Los proveedores de servicios en la nube permiten crear redundancias de infraestructura gracias a sus estructuras de infraestructuras distribuidas, por lo que si se produjera una incidencia en un centro de datos que afectara a algún nodo cloud se podrían redirigir las peticiones a un servicio en otro nodo que estuviera funcionando en paralelo y escalarlo para dar cabida a las necesidades de ese momento.

En definitiva, cloud native plantea una nueva mentalidad a la hora de abordar el desarrollo y la gestión de sistemas y aplicaciones, fomentando la innovación y la agilidad, y respondiendo a los cambios continuos y necesidades del mercado de una manera óptima, rápida y competitiva. Un nuevo paradigma que hace necesario, más que nunca, que las empresas cuenten con el asesoramiento de un socio experto para que les acompañe en todo el proceso y puedan afrontar los retos tecnológicos con éxito.

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