George Marshall no era economista, sino un militar que se vio obligado a tomar muchas decisiones complicadas a lo largo de su vida. Tuvo que sacrificar a muchos de los suyos para garantizar la victoria aliada en Europa. Trabajó con el demócrata Truman y apoyó al republicano Eisenhower, y acabó pasando a la historia por organizar la mayor intervención económica pública que había existido hasta la fecha. Fue un militar que aplicó políticas keynesianas, que garantizó la paz social en Europa y cortó cualquier opción de expansión del totalitarismo. Por todo ello, acabó recibiendo el premio Nobel en 1953.

La Merkel que ha emergido en la pandemia ha sido consciente de que solo una intervención europea de gran envergadura podía salvar Europa. En contra de lo que ella misma había defendido antes, de su propio partido y de muchos de sus votantes, ha sido la artífice de un gran proyecto de reconstrucción que alcanzará los 750.000 millones de euros, de los que 140.000 millones serán para España. Debemos aprovechar bien la oportunidad, pues dependemos de que ese proceso de reconstrucción tenga éxito para garantizar un futuro de prosperidad en nuestro país y en toda Europa. Los más críticos estarán al acecho y tratarán de magnificar cualquier gasto -calificándolo de despilfarro-, cualquier mala gestión… Por eso, para ser conscientes del reto al que nos enfrentamos, conviene recordar el proceso que hemos vivido para llegar hasta aquí.

Ejecutar fondos europeos no es sencillo, requiere procesos estrictos, conocimiento y experiencia

A la hora de afrontar la gestión de estos nuevos fondos, debemos primero hacer autocrítica, pues no hemos sido capaces de ejecutar ni la mitad de los que nos venían dando antes. El riesgo más inmediato es, por tanto, que no seamos capaces de ejecutar una parte significativa de esos fondos. Ejecutar fondos europeos no es sencillo, requiere procesos estrictos, conocimiento y experiencia. Ni la administración general del estado ni mucho menos las administraciones autonómicas y locales están preparadas para manejar semejante volumen de dinero con los recursos de los que dispone actualmente. En nuestra administración tenemos entidades altamente cualificadas, que han venido ejecutando fondos europeos de forma continuada y con éxito probado, como Red.es para digitalización, el ICEX para internacionalización o entidades autonómicas como la Agencia Idea en Andalucía o Avante en Extremadura, por poner dos ejemplos de signo político contrario.

Lamentablemente, durante estos meses no se ha reforzado a estas instituciones para que puedan incrementar de forma masiva la gestión de proyectos europeos. Y eso habría sido lo más coherente, puesto que es más fácil aumentar la gestión en entidades que ya lo hacen que intentar que entidades que no lo han hecho nunca aprendan ahora desde cero. Vemos a muchos ministerios sacando Manifestaciones de Interés, algunos bien estructurados, pero otros de forma precipitada, sin elementos objetivos que las hagan comparables, sin los mínimos criterios de definición de proyectos para la gestión y evaluación de objetivos, o sin estructuras claras de planificación. No será posible comparar y evaluar el potencial de sus resultados y, en consecuencia, acabarán en un cajón con escaso uso o, peor aún, se valorarán en función de la capacidad de lobby de las entidades que las hayan presentado. Vemos a empresas privadas que nunca han gestionado proyectos ni parecidos ofrecerse para gestionar millones de euros de proyectos complejos. No es un tema con el que podamos arriesgarnos a hacer pruebas.

Otro de los aspectos importantes es la priorización. Tenía un jefe hace años que decía que cuando priorizamos todo, no priorizamos nada. Oímos hablar estos días de ayudas a artesanos, comercio minorista, hostelería, sector sanitario, turismo, industrial, economía verde, etc. Es decir, todo. A excepción del petróleo, la minería y alguno más, pero tiempo al tiempo.

La disyuntiva es si intentar poner parches para salvar una realidad que ya no existe o si apostar por la modernización y la competitividad

Si se prioriza todo, no se prioriza nada. Es cierto que la situación es dolorosa y dura para muchas personas y para muchos sectores, pero el liderazgo es ser capaz de tomar decisiones que nos lleven a un escenario en el que consigamos salir de esta crisis fuertes y competitivos. La disyuntiva es si intentar poner parches para salvar una realidad que ya no existe y no va a volver o si apostar por la modernización y la competitividad. Los ejes los ha marcado Europa: Digitalización y Sostenibilidad.

Debemos buscar una salida inclusiva que busque minimizar las desigualdades, que promueva la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, que permita la reindustrialización y que favorezca el desarrollo rural, pero, sobre todo, debemos buscar una economía competitiva, digitalizada, sostenible y capaz de competir en otros mercados. Necesitamos un marco regulatorio y fiscal que incentive la inversión en innovación y tecnología, inversión pública en estos ámbitos y un apoyo decidido al sector TIC que tiene un efecto tractor sobre la competitividad de toda la economía.

Los amigos de la Fundación Telefónica acuñaron el concepto de ser “tecno-optimista”. Efectivamente lo soy, pero a veces se hace difícil. Digamos que ahora soy un tecno-optimista preocupado.

En la situación actual habría considerado conveniente un acuerdo de gran espectro político para afrontar este reto. Lamentablemente, parece que no va a llegar. Así pues, tendrá que ser la sociedad, sus instituciones, sus empresas, cada uno de nosotros los que afrontemos el reto. Tenemos la capacidad, tenemos la oportunidad, pero nos hace falta el foco y la voluntad para llevarlo a cabo, acometer los cambios que necesitamos y poner todo nuestro esfuerzo como sociedad. Eso significa que todos y cada uno de nosotros debemos preguntarnos qué podemos hacer durante los próximos seis meses que sea extraordinario, qué podemos hacer más allá de lo que venimos haciendo para salir de esta situación más fuertes, más preparados para ese futuro maravilloso que nos espera a la vuelta de la esquina. Los fondos europeos nos pueden ayudar a llegar a nuestro destino, pero cuál es ese destino, a dónde queremos ir, tenemos que decidirlo nosotros.

Leonard Pera, Presidente del Grupo Internacional de Autelsi y CEO de Open-Ideas