César Maurín CEOE

César Maurín
Director de Digitalización e Innovación, Comercio e Infraestructuras de CEOE


Las tecnologías digitales entran dentro de lo que conocemos como tecnologías de propósito general, por su capacidad de impacto en una economía o una sociedad. En el contexto actual, se han erigido como un factor esencial de competitividad empresarial y, al mismo tiempo, como una de las herramientas fundamentales para que la sociedad en su conjunto haya podido sobrellevar la situación provocada por la pandemia. En este caso, es preciso referirse a lo que las tecnologías han facilitado el teletrabajo, la teleasistencia, la formación a distancia, los trámites administrativos on line, etc.

Es precisamente el grado y la velocidad de penetración de estas tecnologías en nuestras vidas lo que está provocando que avancemos hacia una sociedad digital hiperconectada e inteligente, que determina un entorno digital caracterizado por ritmos más rápidos, creciente uso de los datos, mayor globalización, intensificación de la automatización y eventuales disrupciones de los modelos de negocio.

Si echamos la vista atrás, el mundo en el que hoy vivimos poco tiene que ver con el que había hace 20 o 30 años. A nivel empresarial hemos visto como, en este tiempo, los rankings mundiales de las empresas con mayor valor bursátil han sufrido un cambio drástico, pasando a estar ocupados los primeros puestos por empresas que, en muchos casos, ni tan siquiera existían hace poco más de una década, todas ellas con un elemento común, que no es otro que el tener las tecnologías digitales en el núcleo de su modelo de negocio.

La incorporación de las nuevas tecnologías en nuestras vidas, tanto en el ámbito personal como profesional, y la adaptación a este nuevo entorno digital es lo que conocemos como digitalización.

El mundo empresarial es plenamente consciente de que el impacto de la digitalización en las sociedades y en los mercados implica, necesariamente, que las empresas de cualquier sector tengan que abordar relevantes transformaciones internas.

En este proceso de transformación de las empresas, las tecnologías digitales juegan un papel clave, como elemento habilitador, que debe ir acompañado por otros cambios, puesto que no basta con abrazar las nuevas tecnologías proactivamente, sino que, además, es necesario afrontar el cambio cultural que implica la digitalización para poder diferenciarse y así competir con éxito en un mundo cada vez más globalizado, donde las oportunidades, pero también la competencia, han crecido de forma exponencial.

Para el análisis más detallado de cómo las empresas españolas están avanzando en este proceso de integración y uso de las tecnologías, podemos recurrir a los datos que publica la Comisión Europea a través del Índice de la Economía y la Sociedad Digital (DESI). Según los últimos datos disponibles publicados en el año 2020, España se sitúa en una posición intermedia en el contexto europeo, ocupando el puesto 11 del total de 28 Estados miembro, aunque en lo que se refiere al subindicador relacionado con la integración de la tecnología digital en las empresas, España baja al puesto 13 de 28.

En este sentido, cabe señalar que el 43% de las empresas cuenta con un sistema electrónico de intercambio de información (frente a la media de la UE del 34 %) y el 11% de las empresas españolas accede a análisis de macrodatos (frente al 12 % en Europa). El 16 % de nuestras empresas utiliza la nube (un 18% en la UE) y casi un tercio tiene, al menos, dos cuentas en redes sociales para promocionar sus productos y servicios. El 19% de las Pymes vende online (frente al 18 % en el caso de la media europea), mientras que el 9% de su volumen de negocios procede de las ventas en línea.

Como podemos ver, España se encuentra en la media de los países de la Unión Europa en cuanto a digitalización se refiere, pero se encuentra lejos de liderar este proceso. Esta es una situación que también tiene su reflejo en el contexto internacional si comparamos, a través de la edición internacional del DESI, la posición europea con la de sus principales competidores, donde la media del nivel de digitalización de los países europeos se sitúa ligeramente por detrás de la medía de los países no europeos contemplados.

No obstante, más que analizar lo que ha ocurrido en el pasado, puede que resulte más interesante mirar lo que nos puede deparar el futuro. El avance y el desarrollo de nuevas tecnologías nos está abriendo caminos impensables hace muy poco tiempo en ámbitos como el de la Inteligencia Artificial, la computación cuántica, las comunicaciones 5G o el Internet de las Cosas, donde países como China, Estados Unidos o Corea están invirtiendo cantidades ingentes de fondos para intentar liderar la carrera tecnológica. Y es en este ámbito donde Europa y, por ende, España, no pueden permitirse quedarse atrás.

Este es el espíritu que ha empujado a la Comisión Europea a desplegar un ambicioso paquete de medidas destinadas a impulsar la digitalización en todo el territorio de la Unión Europea, empezando por la Estrategia para dar forma al futuro digital de Europa, publicada en el año 2018, y cuyos objetivos han sido recientemente actualizados en el horizonte del año 2030 a raíz de los aprendizajes obtenidos de la pandemia sanitaria, con la nueva comunicación “La Década Digital de Europa: objetivos digitales para 2030”. Esta nueva comunicación recoge entre otros, el objetivo de lograr un nivel de utilización de la nube, la Inteligencia Artificial y los macrodatos del 75 % de las empresas de la UE. En este marco, la Comisión Europea está desarrollando distinta normativa sobre los servicios digitales y las grandes plataformas, una nueva estrategia de datos y, más recientemente, un nuevo paquete de medidas en el ámbito de la Inteligencia Artificial, todo ello con el objetivo de situar a Europa en una posición de liderazgo a nivel internacional. A ello hay que añadir que, por primera vez, Europa cuenta con un programa específico de financiación en el ámbito digital (Europa Digital), dotado con algo más de 7.500 millones de euros, y cabe destacar también el papel central que la Comisión Europea ha otorgado a la digitalización dentro del Plan de recuperación para Europa (Next Generation EU) y, en particular, en el marco del Mecanismo Europeo de Recuperación y Resiliencia (como mínimo, el 20% del presupuesto de los proyectos deberá vincularse a la transformación digital).

Todo este avance en el mundo de las nuevas tecnologías también trae consigo el incremento de los riesgos a los que nos enfrentamos, por ejemplo, en materia de ciberseguridad, a la hora de proteger los activos tanto físicos como digitales de las compañías.

En este sentido, entre los riesgos identificados por los expertos se encuentra, por ejemplo, el incremento de la superficie de ataque, es decir, todos aquellos puntos de una organización que pueden ser utilizados como puerta de entrada para un ataque cibernético u obtener acceso no autorizado a datos confidenciales. Se trata de un aspecto donde se deben considerar, además, las nuevas formas de organización del trabajo, especialmente importantes en el contexto de la pandemia actual, con un importante incremente del teletrabajo, lo que implica un mayor número de conexiones en remoto a los centros de trabajo, aumento del número de dispositivos empleados, etc.

Por otra parte, el aumento del número y la diversidad de dispositivos conectados a la red también supone un riesgo a tener en consideración, ya que conlleva un incremento de posibles puertas de entrada para los ciberdelincuentes (ordenadores, móviles, tablets y dispositivos relacionados con el IoT). Adicionalmente, se observa como el avance en las capacidades de computación comporta ciertos riesgos desde el punto de vista de la ciberseguridad, entre otros, la computación cuántica supondrá una auténtica revolución desde el punto de vista de la fiabilidad y la resistencia de los métodos de codificación empleados.

Como vemos, avanzamos hacia un futuro tecnológico lleno de retos y oportunidades, en el que nuestra capacidad para incorporarnos a este proceso de digitalización resultará absolutamente determinante, pues no olvidemos que el progreso económico y el bienestar social dependen, a largo plazo, del progreso técnico de nuestras empresas y de nuestra sociedad.