He estado muchos años paseándome por España hablando de las bondades de la transformación digital en organizaciones públicas y privadas, hablando de la mejora de le eficiencia y la competitividad que el uso intensivo de la tecnología provocaba en las organizaciones. Pues bien, llegado a este punto y ahora que todo el mundo defiende la transformación digital como una nueva religión tengo la obligación de reconocer que estaba equivocado. La digitalización no lo soluciona todo. No basta. Podemos estar muy digitalizados y ser ineficientes, no generar riqueza, no distribuirla equitativamente. No, la digitalización no basta. No todo es digitalización ni una economía digitalizada va a garantizarnos un futuro mejor

La transformación digital y la transición ecológica se han convertido en los nuevos mainstreams, un gran consenso que une un amplio espectro desde la izquierda a la derecha. Todo el mundo la considera buena y las razones son muy variadas.

Razones que influyen en la transformación digital y transición ecológica

La primera porque efectivamente es un factor muy importante, yo diría que es condición necesaria para el desarrollo económico y social pero no es condición suficiente. Las externalidades o impactos negativos que pueda tener el proceso de digitalización quedan ocultos bajo sus bondades.

Pero lo más pernicioso es que dado que tienen menos impactos negativos, son menos visibles y su defensa generan mayor consenso social se han convertido en una casa común donde todo el mundo se siente a gusto, sin levantar ampollas, y sin plantear otros problemas que arrastramos desde hacer décadas y que urge solucionar.

Porque hablar de las capacidades de gestión del personal directivo, del escaso tamaño medio de nuestras empresas, de la baja productividad, de la legislación laboral, de los modelos retributivos, de la limitada internacionalización o de nuestro sistema fiscal no es tan popular. Pero que le vamos a hacer, a competitividad de un país no depende de lo que hablemos, de lo que creamos, o de lo que queramos ver.

Por poner un ejemplo, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia incluye millones de ayudas al pequeño comercio. Muchas de ellas están enfocadas a la digitalización. Evidentemente no está mal que los pequeños comercios se digitalicen, pero la realidad es que la mayoría de los problemas que atraviesan estas empresas son por una falta de demanda. No hay clientes. No hay clientes porque el ecommerce y las grandes superficies han cambiado los patrones de conducta de los consumidores. Si ese pequeño comercio invierte en un sistema de gestión, en un sistema de análisis de datos, o en una red wifi dentro del comercio mejorará su eficiencia, pero no su problema principal. Tener un estupendo ERP pero no tener clientes no garantizará la viabilidad de su negocio. Ahí entran las famosas iniciativas para que todo el mundo venda online, o tenga sus productos en marketplaces. He vivido muchos proyectos de ecommerce de comercios minoristas que simplemente revenden marcas y productos de otro, donde su valor era la proximidad. Poner sus productos en Amazon o intentar vender online compitiendo con otras 200 tiendas que revenden el mismo producto no es la solución. La propuesta de valor de ese comercio estaba en la proximidad. Lo que para los pequeños productores convierte a internet en una extraordinaria oportunidad de ampliar mercados y de desintermediar significa que muchos agentes que formaban parte de la cadena de distribución dejan de tener sentido.

Otras veces es la propia digitalización de los productos y servicios. Imaginemos ayudas para digitalizar y hacer más eficiente a Blockbuster. Me temo que poco le hubieran ayudado sino hubieran sido capaces de enfocarse a un radical cambio de modelo de negocio hacia productos 100% digitales y en la nube.

No es el único caso. Un sistema impositivo que en muchos casos graba a los autónomos por el mero ejercicio de actividad económica y no en función de los resultados desincentiva evidentemente la actividad empresarial. Un salario mínimo que se ha incrementado en dos ocasiones durante la mayor crisis que se recuerda y con más de 3 millones de desempleados no es un incentivo a la contratación, ni mejora la competitividad de las empresas.

Con la eclosión del teletrabajo se ha universalizado, por fin, el concepto del trabajo por resultados y no basado en la presencialidad. La defienden trabajadores y empresarios, lo importante es el trabajo realizado se dice y no el estar físicamente en la oficina. El trabajador puede organizarse mejor en casa, facilita la conciliación y se reducen los tiempos improductivos de desplazamientos. Sin embargo, el sistema de remuneración sigue basado en los sistemas de remuneración por horas trabajadas, un sistema creado en la revolución industrial que partía del trabajo efectivo en fábrica o en cadena de montaje. Parece que queremos ir a un sistema Siglo XXI no presencial pero basado en sistemas de relaciones laborales y remunerativos del siglo XIX.

La deficiente internacionalización de nuestro tejido empresarial es otro de los temas que siguen pendientes. Pese a la mejora evidente de algunos sectores y Comunidades Autónomas la falta de conocimiento de idiomas sigue en unos niveles vergonzosos. No se puede tener una economía globalizada y competitiva cuando gran parte de los empresarios, directivos y responsables a duras penas pueden mantener una conversación en inglés. No es algo que dependa solo de la edad. En muchos cursos que doy de marketing digital al proponer bibliografía lo primero que me preguntan es cual hay en castellano. Intentar estar actualizado en marketing digital, en robótica, en inteligencia artificial, en energías verdes o en tantos temas sin poder consultar con fluidez información en inglés es lastrar nuestro potencial de desarrollo.

Cómo unir la transformación digital y la transición ecológica

Si queremos además que nuestra transformación digital esté ligada a un modelo de transición hacia una economía ecológica y sostenible nos tendremos que plantear un profundo cambio en esta externalidad por la cual el daño se sociabiliza, pero el beneficio se mantiene en las empresas contaminantes. Serán necesarias iniciativas legislativas, de apoyo a la transición ecológica pero seguramente también cambios en el sistema fiscal.

La mentalidad emprendedora e innovadora, la necesidad de asumir riesgos y de tener una visión transformadora tampoco es algo que se pueda aprender de un día a otro. Ni está necesariamente ligado a la digitalización, aunque en nuevo ecosistema digital pone al alcance de los más emprendedores unas oportunidades de las que antes no disponían. Estos factores soft, ligados a nuestras aptitudes como sociedad requieren también de un compromiso e iniciativas transversales para su imprescindible desarrollo.

Podríamos seguir así con un análisis mucho más extenso. Tocando temas no tan agradables y muchos de ellos controvertidos, pero no por no hablar de ellos dejan de estar ahí. Alguien tiene que decir que hay un elefante en la habitación. La transformación digital de nuestras organizaciones es condición necesaria pero no suficiente. Hay muchas otras reformas que tenemos que emprender, aunque no sea tan popular hablar de ellas.

Leonard Pera, Director General Open-Ideas y presidente del Grupo Internacional de Autelsi